El egoísmo de mi amigo
En un pueblo de Al-andalus vivían dos personas las cuales eran buenos amigos. Los dos eran ricos en demasía pero solo uno era bondadoso, caritativo y solidario con los vecinos y el otro tan solo vivía por el afán de conservar o aumentar su abundante riqueza. Posiblemente éste último tuviera si acaso un único amigo con quien charlar y alternar amablemente.
Un día mientras paseaban por las empinadas calles de los arrabales de la ciudad el primer amigo se paró y le dijo al otro mientras señalaba a una higuera: mira atentamente a ese árbol y dime si ves en el algo extraordinario.
El amigo transcurrido unos segundos dijo: tan solo veo que algún vecino ha tendido su ropa lavada en las ramas para que el sol la seque.
Bien contestó el primero, y concluyó: pues yo he visto nacer esa higuera y fue extraordinario pues no la sembró nadie. He comido de sus frutos y también fue extraordinario pues no pagué por ellos ni trabajé para conseguirlos, he descansado en el verano bajo su sombra, los pájaros encontraron en él cobijo y el alimento necesario para alimentar a sus crías y efectivamente esos vecinos se ayudan de ella para secar su colada y además consiguen con su poda una extraordinaria leña para calentarse en invierno.
El segundo amigo asintió y se despidieron hasta otro momento.
Pasó algún tiempo y de nuevo se volvieron a encontrar estos amigos. Entonces el primero preguntó: ¿Dónde has estado? Y el amigo contestó:
Cuando nos despedimos la última vez me ocurrió que de camino a mi casa me asaltaron unos bandidos, robáronme todo lo que portaba e incluso mi vestimenta. Me dejaron totalmente desnudo y apaleado, perdí la conciencia y cuando la recobré me encontraba en el interior de una profunda y oscura gruta. Al momento noté que alguien se acercaba con una luz, y de nuevo temí recoger otra paliza. Pero no fue así.
El portador de la luz se detuvo ante mí sin mediar palabra. Yo aunque estaba muy asustado me atreví a preguntar ¿Quién eres? Pero no decía nada. Nuevamente pregunté ¿Quién eres? Y entonces respondió: ¿Tú que ves?
Yo aunque seguía asustado contesté: veo solamente una luz. Y el incógnito individuo repitió de nuevo la pregunta ¿Qué ves? ¿Solo una luz?
En ese momento recordé nuestra última conversación y entonces le dije:
Veo una luz que ilumina la oscuridad que me rodea. También noto el calor tibio que encubre mi desnudez y además esa luz está ahuyentando mis miedos.
Entonces no sé cómo sucedió que de pronto se iluminó aquella estancia, estaba solo y toda ella rebosaba de muchas joyas, bellas ropas de seda y tisú y enormes cantidades de dinero. Pero lo mejor es que ya no estaba en una cueva, era mi propia casa.
Muy bien contestó el primero. Veo que has aprendido a ver la realidad. Siempre has vivido en la oscuridad de la opulencia Tú siempre fuiste rico y amigo de la abundancia, pero ignorabas constantemente la importancia de las pequeñas cosas de la vida así como los problemas de las personas que te rodean incluyendo a tu familia.
Tú eres el bandido que te agredió y también eres la luz que ilumina tu vida, Ahora podrás conocer la paz el amor y la solidaridad. Si continuas por este nuevo camino conseguirás otro tesoro mejor que el que ya tienes. Conseguirás ser feliz.
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